El Periche
Este blog tiene la finalidad de recopilar la mayor cantidad de información acerca de Los Villares como sea posible; acerca de su historia, de su pasado, de su presente, su futuro...
viernes, 27 de agosto de 2010
Don Francisco Bonilla Anguita 1º Cronista villariego
Don Francisco Bonilla Anguita, nacido en Los Villares el 21 de Octubre de 1875.
Con 21 años ingresa en la Academia de Infantería de donde salió como alférez en 1878. Tuvo destinos en el Regimiento de Infantería(Asia)núm.31 con los que recorrió diversas guarniciones españolas.
Francisco Bonilla era propietario de un gran patrimonio que precisaba su atención, en Mayo de 1883 solicitó su paso a la Escala de Reserva con el fin de conseguir destino en Jaén, donde estuvo hasta 1886 en que fijó su residencia en Los Villares.
Este ilustre villariego fijó entonces su residencia en el antiguo Palacio del Vizconde, es decir, en la Casa Grande.
Ya viviendo en Los Villares daba clases particulares, habiendo sido maestro del que sería otro ilustre cronista de nuestro pueblo, Don Eduardo Campos Campos, al cual transmitió su amor por la historia, y en particular por la de nuestro pueblo, y por la literatura. Fruto de esta labor, Don Francisco Bonilla Anguita creó una admirable colección de patrimonio arqueológico de la zona, en la cual destacaban de forma notable las terracotas y sigillatas romanas e iberas, la valiosa numismática compuesta por todo tipo de piezas de oro plata y otros metales, hachas neolíticas, e incluso guardaba en su colección un cráneo que estaba próximo al grupo étnico que Quatrefages llamaba dalicoplanticéfalo, según apuntaban los expertos a los que les mostró la pieza.
Nuestro Cronista no solo se encargó de crear aquella valiosa colección, sino que también, redactó un manuscrito al que llamó "Cosas Rancias de mi Pueblo", en el que apuntó toda una serie de apuntes históricos acerca de los puentes antiguos de Los Villares, de los restos arqueológicos encontrados en distintos puntos como La Viñuelas o las Majadillas donde con frecuencia al trabajar el campo daban con tumbas. En aquel libro anotaba con precisión las medidas de megalitos, de restos de murallas, de monedas y cerámicas que buscaba afanoso. En resumen, un manuscrito de un valor incalculable para la historia de nuestro pueblo, donde se recogieron cosas que hoy día sería imposible conocer, debido a que la mayor parte han sido borradas por la erosión de la mano del hombre inculto, o la del tiempo.
Al reactivarse la Guerra de Cuba, Don Francisco pidió destino en octubre de 1895 en el Batallón Cazadores de Cataluña núm. 1 de guarnición en Córdoba, al cual que incorporó como Primer Teniente. Con él llegó a Cuba en Diciembre de 1895, participando desde el primer día en numerosos combates, donde acreditó su valor y pericia táctica.
Estando Don Francisco operando en la provincia de Santa Clara, se sintió indispuesto por lo que hubo de ingresar en el Hospital Militar el 7 de febrero de 1896 aquejado de la temida "fiebre amarilla" que por desgracia, no pudo superar falleciendo dos días después.
Siendo soltero y sin familia próxima, su cadáver no pudo ser repatriado, dispersándose de esta manera sus pertenencias y recuerdos personales, entre los que se perdió si colección de piezas antiguas de Los Villares incluyendo su preciado manuscrito con la interesante historia de Los Villares que Don Francisco Bonilla Anguita recogió con tanto trabajo.
Cuando Eduardo Campos Campos, el que fue alumno de Don Francisco conoce del fallecimiento de Don Francisco, intenta recuperar sus pertenencias y se pone en contacto con la familia de Don Francisco más próxima que le quedaba en el pueblo, pero estos, a pesar de sus buenas intenciones no pueden ayudarle, Don Eduardo esperanzado en que la colección arqueológica y el manuscrito "Cosas Rancias de mi Pueblo" nunca hubiese cruzado el Atlético y alguno de los mucho amigos que Don Francisco tenía en Jaén y que a menudo venía a apreciar su colección fuesen los que se hubieran quedado custodiando a estos hasta que su amo regresase de la guerra para devolvérselos , y que de esta manera se hubiesen salvado de acabar desperdigadas por el mundo para siempre, Don Eduardo, que escribía en la revista cultural "Don Lope de Sosa" hizo llamadas a los lectores de aquel tiempo, pidiendo que si alguno de ellos tenía noticia del paradero de estos objetos se pusiese en contacto, ya que la importancia que tenían para Los Villares y su historia era irremplazable.
jueves, 26 de agosto de 2010
Pinturas rupestres de Los Villares
CUEVA DE LOS MOLINOS
La pintura rupestre que allí se encuentra es de las mejores en coloración rojo bermellón. Se supone que es un animal de caza astado.
CERRO EL CANJORRO
Los colores de las pinturas son desde el azulado muy diluido, al color rojizo y el rojo suave.
PEÑAS DE CASTRO
Estas pinturas son de color rojo. Las figuras de tipo esquemático representan hombres.
CUEVA SECRETA
Contiene gran cantidad de pinturas rupestres en sus paredes. Son de color rojo, las figuras que más proliferan son las que tienen forma humana.
sábado, 10 de julio de 2010
Los Rutas de Senderismo de Los Villares
A las Rutas de La Hoya y La Veleta, se le suman las nuevas Rutas Naturales de La Sierra, El Puerto del Navatrillo y la Ruta del Cerrejón; estas nuevas rutas recientemente inauguradas se suman en la oferta turistica del paisaje natural de Los Villares:
Activa Jaén:
LA CREACIÓN DE TRES NUEVAS RUTAS DE SENDEROS NATURALES
EN LOS VILLARES DOTA A LA COMARCA DE LA SIERRA SUR DE
NUEVOS ATRACTIVOS TURÍSTICOS
El proyecto de señalización de estas tres rutas se enmarca en el
Proyecto Piloto de Desarrollo Turístico “Sierra Sur”, incluido en
ActivaJaén
La vicepresidenta de Turismo, Desarrollo Local, Sostenibilidad, Cultura
y Deportes de la Diputación de Jaén, María Angustias Velasco, el
delegado de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, José Castro, y la
alcaldesa de Los Villares, María del Carmen Anguita, han presentado
tres rutas naturales de senderismo –la del Cerrejón, el Puerto del
Navatrillo y la de la Sierra– que se han señalizado en el término
municipal de Los Villares a través del Proyecto Piloto de Desarrollo
Turístico “Sierra Sur”, incluido en ActivaJaén.
El objetivo de esta iniciativa, en la que han participado el Ministerio
de Industria, Turismo y Comercio, el Gobierno andaluz, la
Administración Provincial y el Ayuntamiento de esta localidad, es dotar
de nuevas infraestructuras turísticas a la comarca de la Sierra Sur.
“Esta actuación pretende crear un producto turístico de calidad dotando
a estos municipios de atractivos de cara al visitante. Esta comarca es
una zona bastante desconocida a pesar de que cuenta con muchísimos
recursos naturales, por lo que es fundamental que se promuevan este
tipo de infraestructuras”, ha señalado María Angustias Velasco.
Por su parte, María del Carmen Anguita ha mostrado su satisfacción
por poder contar con estas nuevas rutas de senderismo en este término
municipal. “La Sierra Sur es una zona menos conocida dentro de la
provincia de Jaén y cuenta con un entorno natural extraordinario en
municipios como Los Villares, Valdepeñas de Jaén o Frailes. Gracias a
iniciativa como ésta, facilitamos que los turistas o los propios
jiennenses se acerquen a conocernos”, ha indicado.
Asimismo, el delegado de Medio Ambiente ha hecho hincapié en que
las infraestructuras turísticas, más allá de su coste económico, vienen a
poner en valor la conservación de los espacios naturales para su
disfrute por parte de los ciudadanos. “Estas actuaciones ponen de
manifiesto que el turismo sostenible no es algo exclusivo de los parques
naturales, sino que puede encontrarse en muchos rincones de la
provincia, como la Sierra Sur, que tiene una potencialidad turística y
medioambiental extraordinarias”, ha afirmado.
Alrededor de cien escolares del Colegio Público Virgen del Rosario
de Los Villares, a los que la Diputación les ha entregado material
promocional, han sido los encargados de realizar la primera de las tres
rutas que se ha señalizado en este término municipal, la del Cerrejón.
Este sendero circular, de 3,7 kilómetros, discurre en su totalidad por
caminos rurales y tiene como punto de partida el carril de acceso a la
escombrera municipal, ubicado dentro del casco urbano de Los Villares,
hasta finalizar en el Mirador del Molino del Rey. Respecto a su
señalización, cuenta con cuatro carteles direccionales simples, un cartel
de información secundaria y dos carteles de tejadillo con información
general.
Asimismo, la Ruta del Puerto de Navatrillo, de casi 8 kilómetros de
longitud, discurre por caminos rurales y senderos del municipio. Su
punto de partida se sitúa en la carretera de Valdepeñas de Jaén, en el
carril de acceso a la urbanización La Carrasquilla. Este itinerario se ha
dotado de tres carteles direccionales simples, un cartel direccional
doble, otros dos de información secundaria y uno de tejadillo de
información general, además de veinte balizas de sendero.
Por último, se ha presentado la Ruta de la Sierra, que cuenta con 9
kilómetros de recorrido y se desarrolla por caminos rurales y senderos
del municipio. Se inicia en el mismo punto de partida que la Ruta del
Puerto de Navatrillo con la que comparte un primer tramo de 3
kilómetros. Cuenta con ocho carteles direccionales simples, uno
direccional doble, otro de información secundaria, un cartel de tejadillo
y sesenta balizas de sendero.
Junto a la señalización de estas tres rutas naturales en Los Villares,
el Proyecto Piloto de Desarrollo Turístico “Sierra Sur” también tiene en
marcha otras iniciativas, como la creación de un área recreativa y
turística en La Pandera o el acondicionamiento para uso turístico del
albergue municipal de Valdepeñas de Jaén. Además, se van a llevar a
cabo actuaciones en Alcalá la Real y Alcaudete hasta completar una
inversión superior a los 2,5 millones de euros en el marco de este
proyecto centrado en la Sierra Sur.
Los Villares, 19 de mayo de 2010
RUTA NATURAL DE LA SIERRA:
RUTA NATURAL DEL PUERTO DE NAVATRILLO:
RUTA DEL CERREJÓN:
El pueblo de Los Villares se encuentra rodeado por diferentes zonas de relieve: la Sierra de la Pandera al Sur, el Cerro de Jabalcuz al Norte, Las Cimbras al este y el Cerro del Viento al Oeste. Los olivos cubren la mayor parte de las zonas más accesibles y cercanas al pueblo, sin embargo no es difícil encontrarse con una gran variedad de árboles como: álamos, nogueras, almendros, cerezos, perales, higueras, etc. Esta situación produce un microclima independiente de Jaén, que a pesar de encontrarse a tan sólo 9 Km., presenta unas características diferenciadoras importantes.
- Las Cimbras
- Cerro del Viento
- La Hoya
- La Pandera
- El Cerro de Jabalcuz
Ruta de La Hoya
Mapa de Localización
Distancia 4 Km (ida) + 4 Km (vuelta)
Dificultad Baja. La subida al puerto es fácil.
Tiempo 3 horas 25 minutos (1h55' ida - 1h30' vuelta)
Sugerencias Llevar agua, cámara fotográfica/vídeo y calzado con suela robusta.
Inicio Partiremos desde el paraje "Riofrío" en la carretera Los Villares/Valdepeñas.
Recorrido
La subida al puerto de la Hoya se inicia en el paraje conocido como Riofrío, muy cerca del área de recreo. El camino surge de la misma carretera comarcal de Los Villares a Valdepeñas de Jaén.
Al poco de haber comenzado a subir, se deja a la derecha el carril de la residencia Pancorbo. La altura ganada mediante unos cuantos repechos, permite disfrutar ya de las panorámicas sobre todo el barranco del Riofrío, al abrigo de la sierra de La Pandera. En otoño, cuando los colores se adueñan de la naturaleza, el paraje adquiere unas tonalidades francamente espectaculares.
A los 50’ se alcanza un cruce: hay que continuar subiendo a la derecha. Más adelante se deja, también a la derecha, un carril lateral. Entonces la pendiente se suaviza. Pasado un cortijo, el carril acaba en una zona excavada (1h 20’). En este punto es preciso coger a la izquierda una estrecha senda señalizada que conduce en 15’ al puerto de la Hoya.
En la otra vertiente un frondoso pinar tapiza las laderas. La senda que anima a descubrir el bosque, arranca del mismo collado y pronto enlaza con una pista forestal. Más adelante desemboca en un cruce: a la izquierda, y en 10’, se llega a la casa forestal de la Hoya del Caño.
En este punto se presenta la alternativa de subir al puerto de la Nava y enlazar con la ruta 7 que desciende al puerto de las Coberteras en la vertiente de Valdepeñas de Jaén. Delante de las ruinas continúa una senda que primero baja hasta un arroyo y lo cruza. Enseguida se transforma en una vereda que zigzaguea camino del puerto.
Notas El camino que continúa al puerto de la Nava no está balizado (1 hora más de marcha). Se recomienda realizar esta marcha en días con buena visibilidad.
La enérgica orografía de la sierra de La Pandera va perdiendo fuerzas a medida que se desplaza hacia el oeste. el puerto de la Hoya permite franquearla sin grandes dificultades a la vez que nos abre las puertas a recónditos parajes serranos. La diminuta explanada determina además un cambio drástico en el paisaje. De las laderas meridionales, donde crece el olivar, se pasa a otras abruptas que lucen el manto verde de un pinar. Una vereda de montaña invita a recorrer este magnífico paraje forestal, hasta las jugosas llanadas del puerto de La Nava, lugar de encuentro de una esquiva y recelosa fauna.
Bibliografía Publicación "Jaén Sierra Sur" de "Patronato de Promoción Provincial y Turismo" y "Junta de Andalucía".
Ruta del Veleta
Distancia 4 Km (ida) + 4 Km (vuelta)
Dificultad Baja. La subida a los cortados es fácil.
Tiempo 3 horas (1h30' ida - 1h30' vuelta)
Sugerencias Llevar agua, cámara fotográfica/vídeo y calzado con suela robusta.
Inicio Partiremos desde el restaurante "Mesón de los Caballeros" en Los Villares.
Recorrido
En la carretera a Valdepeñas de Jaén y junto al restaurante Los Caballeros, arranca un carril de tierra que se ajusta básicamente al trazado de una antigua vía pecuaria, la Cañada Real de la Revoltilla. El primer tramo del recorrido discurre por este camino ganadero. Nada más comenzar a caminar hay que dejar a la derecha el camino hacia una urbanización. Al tiempo que se gana altura las vistas panorámicas sobre Los Villares se van abriendo.
Algunas rodadas de tractores surgen a derecha e izquierda y se introducen en las fincas agrícolas, pero el carril no ofrece duda. Los olivos tapizan prácticamente toda la ladera y nos acompañarán a lo largo de la subida.
A los 20’ de marcha, justo en una curva muy cerrada, aparece un cruce. En este caso se elegirá el camino de la derecha que sube con fuerte pendiente. (10’) Después se dejará a la izquierda un carril menos evidente.
El camino se aproxima entonces a los farrallones rocosos y, poco antes de llegar a la cima, se bifurca. El ramal de la izquierda alcanza por el borde del paredón calcáreo y en pocos minutos, la cueva del Contadero transformada hoy en un pequeño santuario serrano.
A partir de este punto, la ruta sigue el sendero que discurre por el mismo borde del talud. Tras franquear una portilla de alambres se introduce en la áspera llanada calcárea. Primero la roca desnuda y afilada dificulta la marcha y más adelante los matorrales. Pese a estos inconvenientes, en 35’ se alcanza el borde de los impresionantes cortados de La Veleta. El mirador improvisado no es apto para aquellos que sufran de vértigo.
Notas La marcha es apta para toda época, mejor con buena visibilidad. La luz del atardecer ilumina los sombríos tajos del Río Frío.
La caliza es una roca vulnerable ante los embates del agua que aprovecha sus menores debilidades para penetrar en ella, corroerla y modelarla, creando unos paisajes siempre espectaculares y llamados cársticos. En el cerro de La Veleta, a tiro de piedra de Los Villares, uno puede descubrir algunas de estas formaciones como la "cueva del Contadero", convertida en santuario serrano y la "cueva Oscura", horadadas en los abruptos farallones. Más arriba, en lo alto de la planicie, la lluvia se ensaña con la piedra desnuda, cincelando un relieve cortante de acanaladuras y aristas, conocido como lapiaz. Abajo, las jóvenes aguas de Río Frío, en su ímpetu oportunista, han forjado tenazmente un profundo tajo de paredes que llegan a alcanzar los 200 m de altura. Todo un mundo calcáreo donde sólo cabe agua y verticalidad.
Bibliografía Publicación "Jaén Sierra Sur" de "Patronato de Promoción Provincial y Turismo" y "Junta de Andalucía".
Cumbre de "La Pandera"
Desde la cumbre podremos divisar el embalse del Quiebrajano y las cumbres de la Sierras Sur de Jaén, Sierra Mágina (Jaén) y Sierra Nevada (Granada)
Distancia 12 Km (6 Km ida y 6 Km vuelta) apróximadamente
Dificultad Media/Alta. Es una subida puramente montañera.
Tiempo 8/10 horas.
Sugerencias Llevar agua y cámara fotográfica/vídeo.
Inicio Barranco de la Hoya. Partiendo de Jaén tomamos la carretera al Puente de la Sierra. Desde aquí seguimos en dirección al Pantano del Quiebrajano. Justo antes de divisar el Castillo de Otiñar, a la izquierda veremos una casa derruida y a la derecha veremos un ancho camino. Por esta zona podemos dejar el vehículo.
Recorrido
Comenzaremos en este ancho camino (frente a la casa derruida) y caminamos unos 100 Mtrs Al frente tenemos el Barranco de la Hoya por el que comenzaremos nuestra ascensión. (a la izquierda podremos observar el Castillo de Otiñar por su parte trasera). Al finalizar el Barranco de la Hoya, llegaremos al Llano de la Nava. De aquí continuaremos hasta la cumbre de La Pandera.
En la cumbre hay una base de telecomunicaciones totalmente cercada y con cámaras de vigilancia por lo que no podremos llegar al vértice geodésico. No es recomendable intentar entrar a la base de telecomunicaciones (está prohibido). Podremos ir a un extremo de la cumbre donde hay una casa de fogueros que se llama "Peña del Altar", desde allí podremos divisar el Pantano del Quiebrajano y las cumbres de varias sierras de Jaén y Granada.
El camino de regreso será el mismo que hemos realizado hasta el punto de partida.
Observación.-El lugar de partida está a unos 700 Mtrs de altura y La Pandera está a unos 1872 Mtrs con lo cual el desnivel es es unos 1100 Mtrs.
Otro camino para ascender a la cumbre es desde la carretera de Los Villares a Valdepeñas de Jaén, sobre el Km 30 hay un cortijo en la margen derecha de la carretera en la zona denominada "Matarratas", donde podremos dejar el vehículo.
A la izquierda tenemos un carril asfaltado con una cadena que impide el paso a vehículos, donde comenzará nuestra ruta. Ascenderemos hasta la pista de una cantera (no hay que llegar a la cantera), donde nos desviaremos a la derecha hacia la cumbre. Cerca de la cumbre se acaba el asfalto y comienza una pista de tierra. Hay unos 8 Km (16 Km ida y vuelta) y se puede tardar unas 6 horas (ida y vuelta).
Observación.-El lugar de partida está a unos 1200 Mtrs de altura y La Pandera está a unos 1872 Mtrs con lo cual el desnivel es es unos 600 Mtrs. Esta opción es mas cómoda que la anterior, por lo cual es la recomendada a personas menos preparadas físicamente.
Notas Lo ideal es contar con alguien de apoyo que nos lleve a un lugar de partida y nos recoja en otro, con lo cual podremos hacer la ruta por un camino y volver por otro.
Bibliografía Las anotaciones recogidas durante el recorrido por esta ruta
sábado, 26 de junio de 2010
El Origen de la festividad de San Juan Bautista
Muchos son los rituales propios de la noche de San Juan, la víspera del 24 de Junio, pero todos giran en torno al ensalzamiento del fuego. De hecho, este es el festival del fuego por antonomasia, el rey de los festivales del fuego hasta el extremo de que el culto pagano del fuego y las hogueras, se han conservado más que en otras fiestas, y la costumbre popular ha mantenido su práctica incluso dentro del mismo cristianismo, aunque éste no ha podido dar una explicación religiosa convincente de dicho hábito. El gran protagonista de la Noche de San Juan es el fuego, cuyo fin no sólo es rendir tributo al sol, sino también purificar los pecados del hombre. Antiguamente se realizaban fogatas reducidas en las que se calentaban papas o batatas, que luego eran ofrecidas a los asistentes para así asegurarles alimento suficiente durante todo el año. También se arrojaban a las llamas ropas viejas, papeles, y cualquier objeto que representara un mal recuerdo, y así se exorcizaban los malos sucesos de los doce meses anteriores.
Otra costumbre relacionada con la Noche de San Juan es la caminata sobre el fuego. Los devotos preparan caminos de brasas de dos metros de largo por un metro de ancho y caminan descalzos sobre ellos sin sufrir daños. La celebración es acompañada con bailes, comidas y bebidas.
Realmente la noche del solsticio es la del 21 de Junio aunque la Iglesia la ha adaptado a la festividad de San Juan.
Muchas son las creencias que hasta hace poco perduraban en los pueblos, relacionadas con esta mágica noche, destacan las siguientes:
Según se cree, en el exacto momento en que el sol ilumina el amanecer del día 24, las aguas de fuentes y arroyos están dotadas de poderes especiales para curar y brindar protección a la gente.
Quien se baña en el rocío que cae esa noche quedará protegido durante todo el año.
Meterse desnudo y de espaldas al mar, mirando la luna, permitirá a quien lo haga obrar ciertos prodigios.
Quien se coloca debajo de una higuera con una guitarra en sus manos puede aprender a tocarla de forma inmediata.
Los solteros y solteras que al comenzar el 24 se asomen por la ventana de su casa verán pasar al amor de su vida.
Si se quema un papel donde se haya escrito aquello que se quiera olvidar, se puede lograr bienestar por todo el año.
Si una mujer salía en la noche de San Juan de su casa, descubriría el nombre de su futuro marido fijandose en el nombre del primer hombre que cruzase su puerta (esta tradicion estaba muy arraigada en Los Villares).
Quien madrugue el día 24 no pasará sueño el resto del año.
En Andalucía al igual que en Canarias, España, se hacen hogueras con un pelele (muñeco de trapo similar a un espantapajaros) denominado "Jua" (quemar el Juan), (noche de los juanes)y en las zonas costeras el rito se hace cerca de la orilla del mar, con peticiones y promesas de muy diversa índole.
El solsticio de verano coincide con la maduración y recolecta del fruto de la higuera de higos negros (exteriormente negros) denominada breva.
lunes, 24 de mayo de 2010
Luis Heredia Barragán, vecino de Los Villares y escritor altruista
El joven abogado jiennense, residente en Los Villares, autor de la novela "Sandalio, el silencio de los inocentes" afirma haber sentido una gran pasión por la lectura y la escritura y que de la mano de Almirante, ha visto editado el primero de los cuatro trabajos novelísticos que ya tiene escritos.
Heredia cuenta que la novela incluye muchos ingredientes. Está ambientada en la Guerra Civil española, concretamente en las andanzas de un grupo de milicianos aldeanos que acuden en defensa de la República a Guadalajara; entre ellos se incluye Sandalio, el 'tonto del pueblo', que va en busca de su madre. Allí se topará con un mendigo, que le enseñará los horrores de la vida, pero también conceptos como la amistad y el amor
El autor comenzó a escribir a finales del año 2006. Pero su actividad ha sido incesante desde entonces ya cuenta con otros títulos ('La luz entre las tinieblas', 'Las piedras imperfectas del camino' o 'La muerte camina con zapato de tacón alto'), a la espera de ver la respuesta del público a su opera prima.Sandalio, el silencio de los inocentes de :
Guadalajara, plena Guerra Civil. Los milicianos no dan crédito con la tropa que acaba de irrumpir en el campo de batalla: treinta aldeanos, todos dignos de un psiquiátrico. Entre ellos el Susto, el Bombetas, la Maruja, el Niño Cantor, el Oscuro, la Cucaracha… Si no fuera por Sandalio, el aparente mudo y tonto del pueblo que va junto a ellos en busca de su madre desconocida, y el extraño anciano –y sus dos ratas, las dos Marías-, la aventura, mezcla de horror, comicidad y estupefacción, no habría sido lo mismo.LA LUZ ENTRE LAS TINIEBLAS
"Mi nombre no importa. Fui una más. Tuve la suerte de que Dios quisiera que viviera para contar al mundo lo que sufrió mi pueblo a manos del demonio…" Así comienza una novela llena de ternura, amor, odio y crueldad. La historia quedará grabada en la memoria de todo el que opte a su lectura y, además, permanecerán en sus vidas los inolvidables personajes que la pueblan: Jacob, Tío Abraham, Mordechai, Oswald, Endre, Ernest, Alfred… La vida de un abogado judío que pierde a sus dos hijos pequeños de hambre y frío en el guetto de Varsovia en plena ocupación Nazi y que por razones del hilo invisible del destino que mueve toda existencia, termina enrolado en la resistencia Judía en los bosques de Varsovia. Con esas premisas, se conducirá al lector por los vericuetos inimaginables del dolor, de la locura, del deseo, de la luz que ilumina en lo oscuro del túnel en que a veces se convierte la vida propia. Visitarás de su mano lugares tan emblemáticos como Varsovia, la cárcel Pawiak, el campo de concentración de Sobibor, los bosques de Polonia, la Catedral de San Juan… Una historia de amor que no dejará a nadie indiferente y que te sorprenderá aún más cuando comprendas que la persona que lo escribió, no vivió el Holocausto Judío, pero es capaz de acercarnos hasta él como si el autor se hubiera incrustado como un espectador en el centro de las vidas de nuestros resistentes...
domingo, 21 de marzo de 2010
Juan Carlos Abril, poeta villariego
Juan Carlos Abril nació el siete de enero de 1974 en Los Villares, provincia de Jaén. Licenciado en Filología Hispánica; Teoría de la Literatura y Literatura Comparada; y Filología Románica; actualmente prepara su tesis doctoral y es Becario de Investigación de FPU en el Departamento de Literatura Española de la Universidad de Granada. Ha residido dos años en Exeter, al sudoeste de Inglaterra. En 1996 consiguió el Premio Federico García Lorca con Un intruso nos somete, Granada, Universidad, 1997, reeditado en Castellón, Ellago, 2004; y en el año 2000 un accésit del Premio Adonáis con El laberinto azul, Madrid, Rialp, 2001; su tercer libro de poemas se titula Crisis, Valencia, Pre-Textos, 2007; y ha cuidado la edición de Copias rescatadas del natural, de José Manuel Caballero Bonald, Granada, Atrio, 2006. Ha traducido, junto a Stéphanie Ameri, obras de Pier Paolo Pasolini, Henri Michaux o Filippo Tommaso Marinetti. Forma parte de numerosas antologías, entre las que destacan 10 menos 30. La ruptura interior en la poesía de la experiencia, de Luis Antonio de Villena, Valencia, Pre-Textos, 1997; Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía, de Josep M. Rodríguez, Barcelona, DVD, 2001; o Veinticinco poetas españoles jóvenes, Madrid, Hiperión, 2003. También ha publicado crítica literaria y poemas en diversas revistas como La Estafeta del Viento, Litoral, El Maquinista de la Generación, Sibila, Revista Atlántica, Renacimiento, Clarín, Campo de Agramante, El fingidor, Texturas, Ultramar, Prima Littera, La página, La Poesía, Señor hidalgo, Cuadernos del Matemático, Númenor, Señales de humo, Istmo, Hélice, etc. Dirige asimismo la revista Paraíso.
-POESÍA:
Un intruso nos somete (1997, 2004).
El laberinto azul (2001).
Crisis (2007).
Edición de Copias rescatadas del natural, de José Manuel Caballero Bonald (2006), ensayo.
Traducción, introducción y notas de Los Indomables, de Filippo Tomasso Marinetti, en colaboración con Stéphanie Ameri (2007), novela.
1996: Premio Federico García Lorca de Poesía de la Universidad de Granada.
2000: Accésit del Premio Adonáis.
Últimamente considero que es mucho más importante el espacio que el tiempo en un poema, porque el espacio, de un modo u otro, abarca al tiempo, o quizá simplemente porque durante varias décadas la poesía de carácter temporal ha predominado sobre la espacial, o, incluso más, porque el tiempo es una de las determinaciones del logocentrismo monológico occidental que tanto detesto. No es una cuestión de forma sino de estructura, no una cuestión de semántica sino de sintaxis. Y esos bucles de la vida cotidiana, que son el lugar donde reside la poesía, lo que en realidad están creando son espacios paralelos, refugios donde resguardarse, claro, ya provistos de tiempo y de todas las coordenadas necesarias para formar el efecto de ilusión. Pero no siempre funciona, en este sentido, el efecto espacio-tiempo. En los sueños, sin llegar a ser surrealismo de lo que hablo, se ve claro: son espacios que conviven, y el tiempo, si acaso, es simultáneo, es una especie de no-tiempo. El eje cronotópico es un método estupendo para desenmascarar las coordenadas en las que se desenvuelve el antropocentrismo, en el que nos desenvolvemos, un paso importante en el análisis de nuestra sociedad, pero la verdadera ciencia es la topografía, y debemos mirar a través de los ojos de una estación total. La ciencia, sin embargo, también es insuficiente para explicar la poesía. La ciencia es sólo una aproximación al contenido, la poesía su continente.
Para entender esos trasvases de lo cotidiano a nuestro mundo personal y subjetivo sólo podemos recurrir a un proceso de racionalización profundo en el que se pongan en juego esos mismos mecanismos de racionalización, es decir las herramientas con las que trabajamos. Cuestionar nuestro método. No contemplar a la abeja y a la flor como entidades diferentes y pertenecientes a diversos ámbitos, sino colegirlos unidos, alimentándose mutuamente. Y el día a día pone en contacto estructuras mucho más complejas de lo que pensamos: nosotros mismos, nuestras relaciones sociales, la cultura… Así, la ironía, la comunicación intersubjetiva, el conocimiento intrasubjetivo y las necesidades expresivas, privadas o colectivas, hacen el resto. Un poeta debe indagar, creo, en su propia voz, no convertirse en alguien previsible. Un poema es un estado de ánimo, pero los estados de ánimo dependen de la historia. Los sentimientos también son históricos y asimismo nosotros somos seres históricos, seres sígnicos No sólo hay que tener en cuenta la poesía de la experiencia sino la experiencia de la poesía. La buena poesía no se debe a escuelas ni a corrientes ni a estilos.
(Mayo 2006 — Juan Carlos Abril).
ESPACIO
Llegas de cualquier sitio
y, elegido al azar,
sin mapas, sin señales,
el otro lado esconde la sorpresa
feliz y azul.
Entonces permanece la ruptura
intacta. Entonces fuera o dentro impide
su difusión.
El viaje trae un orden en cadena,
un movimiento ansioso que repite
su dispersa memoria:
ya nadie nos indica que el error
desconocido o su secreto
sirva robado y oprimido,
tiempo arenoso que se va.
Todo va a ser abandonado.
(De El laberinto azul, Madrid, Rialp, 2001, p. 35)
***
ESPACIO
Llegas a cualquier sitio
a través de un poema:
el mundo viaja solo, y tú también
en su infinita red de vanidades
te dejas arrastrar
por símbolos, deseos,
buscando su sabor
con recuerdos gastados.
No te canses. Tampoco insistas.
Para qué preocuparse.
Quien más quiere avanzar más retrocede
en este laberinto donde olvidas
el único color de los matices,
su frágil soledad difuminada,
y arrojas sus palabras al vacío
y al caos.
Nunca el caos, camino equivocado.
(De El laberinto azul, Madrid, Rialp, 2001, p. 53).
Antologías:
VILLENA, Luis Antonio de (1997): 10 menos 30. La ruptura interior en la poesía de la experiencia, Valencia, Pre-Textos.
RODRÍGUEZ, Josep M. (2001): Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía, Barcelona, DVD.
G. GARCÍA, Ariadna; LÓPEZ GALLEGO, Guillermo; y TATO, Álvaro, coords. (2003): Veinticinco poetas españoles jóvenes, Madrid, Hiperión.
Artículos:
ABRIL, Juan Carlos (2003): «Poesía y compromiso», en José Manuel Mariscal y Carlos Pardo, eds., Hace falta estar ciego. Poéticas del compromiso para el siglo XXI, Madrid, Visor, 2003, pp. 25-29.
ABRIL, Juan Carlos (2004): «Somos el tiempo que nos queda, de J. M. Caballero Bonald», en Campo de Agramante, n. 4, otoño, Jérez de la Frontera, Fundación Caballero Bonald, 2004, pp. 105-117.
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Diseminación
Los poemas que nunca escribiré
se han convertido en humo
afirmativo y en volutas
que no desaparecen, se disuelven.
Blanco humo de las chimeneas
que contiene poemas de todos los colores.
De "Crisis", 2007
Don de la ingenuidad
Cuando regreses
a la ciudad verás las ilusiones
que madrugan con sus acentos
incapaces de desprenderse
del pasado, que ignoran
lo mismo que nosotros.
Tú ni siquiera sabes por qué vives,
cómo es posible limitar
la realidad de varias formas,
si es tuyo este deseo
en la utopía de los débiles,
rebeldes, nunca hermosos.
No dormirán las culpas hasta tarde
y en su espiral el ruido
con su dragón ajuglarado
bisbiseará un nuevo día:
Horarios imposibles,
beata actividad.
Contra ti mismo cuántas veces;
cuántos modos conoces
de hacerte daño.
Ya no quedan violines
y la melancolía de las fuentes
posee menos memoria
que sentido común.
He de explicarlo casi todo.
El tiempo, como un herpes, su sintaxis
sin posibilidad. Irás
pero no volverás.
Este país tiene la pata herida.
Yo quise destruirme
fregando platos,
dije lo que me apetecía.
En los desfiladeros
de mis eses,
con el afán
de principios de curso
superé mi propia rutina
y eliminé
lo que no soportaban.
Unos dicen que ha muerto,
otros que nunca morirá.
Aún así
te convences con poco.
Colono de una lengua
que hoy sigues recordando,
quiero reírme
de esas largas genealogías
mientras diseño aquí mi casa:
encinas y palmeras,
tamarindos,
palabras con descuento
e insistencia:
es tu virtud.
Y otro episodio
dentro de ese vacío
infantiloide
que debes aceptar
intermitente,
la descripción de un personaje
con flexibilidad: ser puente o río.
Inédito
El clavo
Todo lo revivido se estremece.
Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.
Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
Puede ser una señal
y casi te deslumbra.
En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.
Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.
De "Un intruso nos somete", 1997
El vigía
Veo en el horizonte un humo verde
reptando, caprichoso,
igual que una culebra entre las rocas.
Y cerca, en el camino a mitad de este sendero,
la verja vegetal que lo recubre
lujosa, decadente,
escarchadas y lánguidas
clarean unas ramas.
Parecen tensas venas que sujetan
a punto de partirse este paisaje
en la ventana de la fantasía.
Protege la muralla.
Y cómo cubre cárdena su imagen
y oscila en la penumbra,
cómo se pierde, y cómo se difunde.
Justo ahí donde empieza la escalera,
una escalera natural
de piedra, justo ahí es donde paro,
y me vuelvo otra vez.
Y aquí yo, y tú también,
ya nosotros.
Con miedo incluso, incluso
incertidumbre, en triple dirección.
Con la mano temblando al escribir
esta venérea milicia, noble
título, y mucho más real; pues sabemos
que no nos pertenece casi nada,
que todo es suyo y nuestro,
y que yo no soy nadie.
¿Algo es mío?
¿Cómo es posible ahora
escuchar su advertencia?
¿Cómo estar en lo cierto
y descifrar los símbolos osados
que la belleza desinteresada
rasga en nuestras imágenes?
¿Preguntas
indefinidamente sin respuesta?
Daré la voz de alarma
ante cualquier extraño movimiento.
Tengo explícitas órdenes
de tirar a matar.
De "El laberinto azul", 2001
Elegía
La noche es el escudo
que abarca su mirada,
la tierra que rodea
desde el riesgo a la tumba.
Ya amanece
en la posada del acantilado
donde cuelga un farol
y un letrero que gime en las tormentas
infernales de invierno.
Aquí vibra el dominio de la espada,
mano que empuña su destino
libre y que atraviesa
el territorio de la dignidad.
Yo prometo
la tierra de los sueños,
lejana de las leyes de los hombres
que ahora contemplamos.
Voz inerte,
viento, nostalgia. No te apresarán
los perros convocados que persiguen
el olor de una muerte fugitiva,
ni cederán el hambre, los pies siempre cansados,
la persistencia del dolor.
Yo sé
que este horizonte púrpura consigue,
como fuego y presagio,
el rastro insoportable de la cólera,
la luz de la esperanza.
De "Un intruso nos somete", 1997
Emoción breve
Por la escalera azul de la mañana
el deshollinador.
Su piel de escamas y sus cejas
serpentinas, felices
bailan. Todo podrá cambiarse,
dice. Nada me toca.
De "Crisis", 2007
Espacio
Llegas de cualquier sitio
y, elegido al azar,
sin mapas, sin señales,
el otro lado esconde la sorpresa
feliz y azul.
Entonces permanece la ruptura
intacta. Entonces fuera o dentro impide
su difusión.
El viaje trae un orden en cadena,
un movimiento ansioso que repite
su dispersa memoria:
ya nadie nos indica que el error
desconocido o su secreto
sirva robado y oprimido,
tiempo arenoso que se va.
Todo va a ser abandonado.
De "El laberinto azul", 2001
Espacio 2
Llegas a cualquier sitio
a través de un poema:
el mundo viaja solo, y tú también
en su infinita red de vanidades
te dejas arrastrar
por símbolos, deseos,
buscando su sabor
con recuerdos gastados.
No te canses. Tampoco insistas.
Para qué preocuparse.
Quien más quiere avanzar más retrocede
en este laberinto donde olvidas
el único color de los matices,
su frágil soledad difuminada,
y arrojas sus palabras al vacío
y al caos.
Nunca el caos, camino equivocado.
De "El laberinto azul", 2001
Flor pensativa
A Stéphanie Ameri
Entonces entender es la fractura,
otra omisión
que no se justifica.
Vas surgiendo
desvaída en el punto en que se rompe
aquel olor de hojas que la brisa
como una nueva explicación del mundo
distrae, alegremente.
Estás sentada.
Tan despeinada y pálida después
del esfuerzo infeliz y del trabajo.
No hay repetición.
Son nombres
que ofreces al azar y, sin embargo,
impensables sin esa compasión
que crece derramada por tu boca,
ese licor de la imprudencia.
Ahora
descansas. Estás sola.
Y es un filo brillante
que a todo da sentido, siempre ahí
desde lo más oscuro, sin ser dicho.
De "El laberinto azul", 2001
Galope
Lejos la extraña luz
que atraviesa la noche, y más extraña
la luz de los poemas, este espacio
tan breve que ilumina
hacia adentro y nos punza.
Como si la distancia
que apenas calculamos,
se desbocara sola
arrastrándonos fuera,
lejos de todo. Lejos.
Se parece al deseo
de ser nosotros, sí, nosotros mismos
ahora, mas no hay nada,
no hay almas.
Hay relojes
antiguos con delgadas manecillas
locas, y lentos medallones de oro
prendidos en tu pecho.
Como una inmensidad que nos rodea
sin sentido, a nada nos reduce
y abandona lo suyo.
La soledad es ciega y es salvaje.
Sujétate a sus crines despeinadas
y agárrate bien fuerte.
De "El laberinto azul", 2001
Tormentas breves
Se avecinan veloces
las nubes del oeste.
¡El agua buena comprimida!
Este refugio oscuro.
Nuestro dolor.
De "Crisis", 2007
Traición
Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.
En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.
Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.
De "Un intruso nos somete", 1997
libro: Crisis
Pre-textos, Valencia 2007, 79 pp.
Metamorfosis de la palabra
Por Ángel Luis Luján
Fotografías: Antonio Lafarque
Stéphane Mallarmé vertió gran parte de sus ideas estéticas en una conferencia titulada «Crisis del verso». Entre otras cosas se podía leer allí: «ni lo sublime incoherente de la composición romántica ni esta unidad artificial, de antaño, medida en bloque para el libro. Todo se vuelve suspenso, disposición fragmentaria con alternancia o enfrentamiento, que contribuye al ritmo total, el cual sería el poema callado, a los blancos; solamente traducido, de alguna manera, por cada elemento de sustentación». La salida que buscaba Mallarmé a una poesía de corte romántico o puramente declamatoria (o prosódica al estilo de Victor Hugo) parece todavía vigente, y las palabras que acabo de citar cuadran perfectamente para describir gran parte de la poesía joven actual y en especial el libro que acaba de publicar Juan Carlos Abril.
Y es que la poesía, como tantas cosas fundamentales, siempre ha estado en crisis, ya que su cometido fundamental es situar al lenguaje en un espacio crítico por partida doble: el que observa a la realidad desde la mirada enjuiciadora de lo irrealizado y aquel en que el lenguaje empieza a señalar a su más allá; retomando a Mallarmé: «el verso que de varias vocablos confecciona una palabra total, nueva, extraña a la lengua y como incantatoria, acaba con el aislamiento de la palabra».
Juan Carlos Abril, con este libro, acertadamente titulado Crisis, lleva al lenguaje también a un punto de inflexión, al lugar donde la modernidad lírica alcanza un extremo a punto de caer en la irrepresentabilidad e incomuniación postmoderna o ser salvada en esa «palabra total» de que habla Mallarmé. El fragmento, la asociación suspendida o irracional, el juego de contrastes, la constante apelación a la tradición, son el signo externo de este combate en el seno de la historicidad de la lírica.
También en la evolución personal de Juan Carlos Abril este libro supone una crisis. De los poemas más figurativos, a veces en la estela del simbolismo, y de ambiente rural de Un intruso nos somete (1997, con reedición en 2004), el poeta pasó en el El laberinto azul (2001, accésit del premio Adonáis) a una expresión en que la frase larga, expansiva fundía varios niveles de representación haciendo del poema una caja cerrada de resonancias y sugerencias. Ahora, en Crisis, encontramos un brusco giro hacia la esencialidad y el despojamiento; la reflexión cede lugar a la sensación y la impresión instantánea, y lo figurativo se diluyen en un juego de correspondencias secretas y contrastes en yuxtaposición, generando un inquietante juego de voces y tensiones significativas.
El libro se estructura, a mi parecer, como un viaje hacia el mundo de los muertos, esa dimensión ininterpretable e inapelable de la existencia, partiendo de la estación del aire y la ciudad, que es el ámbito del deshollinador, pasando por el mundo vegetal, ya cerca de lo inorgánico, para desembocar finalmente en el agua de los muertos; un trayecto que tiene mucho del Eliot de The Waste Land.
Dos hilos conductores, uno de carácter sintáctico y otro temático, sirven para representar este viaje a las entrañas de la nada o de la totalidad (según se mire): la técnica del contraste y el tema de la metamorfosis. No dejan de ser, en realidad, dos caras de la misma moneda, ya que el contraste es la condición formal necesaria para que haya un cambio de estado, una metamorfosis.
El contraste, como técnica compositiva, recorre el libro de principio a fin. Buen ejemplo de ello son los emblemáticos dientes del deshollinador, un espacio absolutamente blanco en medio de la negrura, o la fusión de invierno y primavera que se da en «Súper andrógina» (p. 39). El contraste, que a veces llega a oposición («la realidad irrealizada», 61), se convierte en este poemario en un signo de continuidad paradójica ya que obliga al lector, debido al carácter fragmentario de la escritura, a buscar el puente que lleva de unas palabras a otras o de unas nociones a otras, como en el poema «Tormentas breves» (p. 15) en que pasamos de la amenaza de lluvia al dolor como un refugio. Lo vemos explícitamente en «Clases de lucha» (p. 27) cuyo título es ya todo un icono del juego de alusiones y transformaciones: «Cada viaje es el último / continuamente electrizado: / ¡su discontinuidad se anuda!»; el fenómeno mismo de la discontinuidad, el andar siempre de camino hacia algo, constituye una continuidad en constante crisis y ruptura. De hecho, el poema continúa con un elemento contrastante que ya no tiene que ver con el viaje: «en otra canción nueva», elemento de contraste que añade a la reflexión inicial existencial una dimensión metapoética.
La palabra, pues, se mueve en ese tránsito entre el sentido y su anulación o cambio de trayectoria al contacto con otras palabras; el lenguaje está en continuo movimiento, resbala sobre sí mismo, porque la realidad ya no puede presentar tampoco anclajes seguros para el significado. Ello viene expresado en la fórmula de opuestos: «Todo podrá cambiarse, / dice. Nada me toca» (p. 13). La realidad, y el lenguaje, están sometidos a un ciclo de cambio continuo porque nada puede ser atrapado. La palabra es un estado de excepción al que nada toca y su naturaleza es la pura indefinición que no necesita de nada externo para significar. De ahí la sensación de la lectura de este libro entre lo definitivo y lo inaprensible.
El tema de la metamorfosis comienza con la figura inaugural del deshollinador, ese ser híbrido descrito como un reptil: «Su piel de escamas y sus cejas / serpentinas, felices» (p. 13). Más tarde, en «Diseminación» los poemas se convierten en humo (17), que a su vez por paronomasia se transforma en el «humor» del siguiente poema. Nada permanece y todo se transforma y se funde: las palabras, la realidad sensible y los estados de ánimo. Las dimensiones de la experiencia están en continuo flujo. La «burbuja» del poema «Pacto» es el símbolo de lo que, como la escama, nos aísla y nos «reduce a lenguas puras» (p. 21), a un lenguaje intocado a la vez que nos metamorfosea en «una negra / moneda con su propia luz» (nuevo juego de transformación y alusión: moneda-mónada) de camino hacia una imposible continuidad «en el momento más feliz del día». O el sueño está clausurado o no significa nada, y con todo, la palabra tiende puentes. La luz, en sus diversas transformaciones, es otro de los símbolos recurrentes del poemario, es una luz veloz hecha gramática (p. 23), la luz de la tormenta, la luz del mediodía, la luz negra que arrojan algunas cosas, el prisma que convierte la luz natural en el espectro, igual que la palabra irisa los significados o los funde, depende de cómo orientemos su prisma.
Esta metamorfosis, el momento de crisis en que continuidad y ruptura se dan simultáneamente, afecta también a toda la tradición poética que es aquí recogida con una doble finalidad: la de poner de manifiesto el tema de la transformación y la de someterla a ella misma a transformación, dejando en claro su verdadera esencia de lenguaje cambiante y permanente a la vez. Así, la segunda parte del libro toma como lema la advertencia dantesca a la entrada del infierno: «Deja aquí toda esperanza», pero en el epígrafe que abre la sección aparece otra cita del Inferno: «Qui si convien lasciare ogni sospetto». El texto dantesco, como paradigma, es mostrado en su propia variación y movimiento, a la vez que sirve para reflejar la indeterminación del libro de Abril entre la actitud de confianza y de sospecha que afecta al lenguaje y al mundo.
Sumamente interesante en este sentido es toda esta segunda parte que, con sus imágenes vegetales, se convierte en una especie de deconstrucción de las Metamorfosis de Ovidio. Central es en esta parte el mito de Apolo y Dafne: «en la persecución seremos vegetales» (p. 43), que nos deja la inquietante pregunta: «¿Por qué las cosas se persiguen / con más placer que se disfrutan?» (p. 47). La idea de fuga y persecución que está en la base del mito es sometida aquí a un trabajo imaginativo que la pone en relación con lo absurdo de los fines: el prestigio, el deso de perdurar, pero a la vez, por la riqueza del lenguaje, con el género musical de la fuga y su correlato poético, dando paso al mito de Marsias, transformado por Apolo en flauta donde «algo se cumple / o se descifra» (p. 43).
Si corremos tras lo que nunca conseguiremos (y aquí el lenguaje de Abril recibe un poco de aquel espíritu alegórico y selvático de los libros medievales), la palabra misma debe estar también siempre en fuga, como demuestra el verso «Ver significa primavera» (p. 43). La huida y la metamorfosis del lenguaje estriba en que la historia ha convertido, accidentalmente, el término latino en una palabra española que ya no significa primavera. Toda una fábula sobre el sentido poético.
La tercera parte, titulada «Una matriz de histeria», con un nuevo juego etimológico, establece continuidad con la anterior a través de nuevo de una paronomasia: la «fotosíntesis» de lo vegetal es ahora la «fotografía» como resto, como metamorfosis engañosa de la luz. El tiempo es, no ya el momento solar de las selvas simbólicas, sino el del amanecer desolado, poblado de cadáveres, de total descreencia que hace hablar al poeta de «tópicas mariposas» (p. 57), y que desemboca en el espacio mítico de la laguna estigia, el agua de los muertos. La fuga se hace imposible, el hombre ha viajado desde el niño imaginativo que se podía extasiar ante la sonrisa del deshollinador hasta la madurez que clausura la juventud y los sueños: «Crece la juventud pudriéndose / en sueños donde se ahoga» (p. 67), y con todo existe una posibilidad de salir: «No te hundas, despierta» (p. 69), de que la inmersión en el agua de los muertos se convierta en un baño lustral del que resurgir transformado. Quizá lo que salva es la conciencia, ganada a lo largo del viaje, de la inestabilidad del todo, de que «nada hay eterno» (como se titula el epílogo), de que la totalidad está al mismo tiempo cerrada y abierta. Si la escritura pone de manifiesto lo fugaz e inatrapable de la vivencia, es al mismo tiempo una protección, un cierre en sí mismo, con lo que se enlaza con el inicio del poemario: «Nada me toca». Estamos en los umbrales de la elegía, entre la desasistencia del ser y el refugio de la escritura como sentido impuesto al mundo, y este libro, deconstructor de tantas cosas, ¿por qué no deconstructor de la elegía, ese cauce privilegiado de la poesía contemporánea? ¿Por qué no una elegía de la elegía?
Quedan tantas preguntas como sentidos se pueden extraer de este poemario magistralmente compuesto en metros endecasílabos, heptasílabos y un meritorio eneasílabo (pocas veces transitado en la poesía española) que aquí contribuye a esa sensación de indefinición, de lo que debería completarse hasta sonar como endecasílabo (el metro rey) pero que se detiene y se cierra en sí mismo antes de tiempo. La tradición métrica se somete, así, también a transformaciones al servicio de un verso altamente imaginativo, lleno de rupturas que se abren a lo innombrable y de momentos de patente plenitud.Josep María Rodríguez y Juan Carlos Abril (La Estación Azul)
Juan Carlos Abril nos habla de la antología de poesía joven 'Deshabitados', en la que se estudian las estéticas de los últimos años y se recogen algunos de los creadores más interesantes del momento.