sábado, 27 de febrero de 2010

La Puente Baja












La Puente Baja es un enclave donde desde tiempos inmemoriales, existieron una serie de rústicas pero eficaces vías de comunicación denominadas cañadas reales, cordeles o veredas; que posibilitaban el transito de unos lugares a otros, fomentando las relaciones humanas y comerciales, y sobre todo los desplazamientos de los rebaños, entonces básicos en la organización comercial, industrial y agroalimentaria de los pueblos. Por esto, desde su creación en 1273 hasta 1836, el Honrado Consejo de la Mesta veló rigurosamente por el mantenimiento y el buen uso de estos caminos.
Una de aquellas vías de comunicación era la Cañada Real que partía de un descansadero de Jaén "Pilas de Riocuchillo", seguía por la falda de Jabalcuz hasta "Portichuelo de Castro", y desde allí descendía hasta llegar a Los Villares, donde se unía con otra cañada que procedía de Martos.
Esta cañada gozó de gran importancia a partir del siglo XV, pues una vez conquistada para Castilla el reino nazarí de Granada, hacía posible la comunicación JAÉN-GRANADA a través de la ruta JAÉN - LOS VILLARES - VALDEPEÑAS - CASTILLO LOCUBÍN - ALCALÁ LA REAL.

Fue pues un camino muy utilizado en tiempos medievales por los ganaderos, empleado una y ora vez en las expediciones logísticas y militares que precedieron a la campaña de Los Reyes Católicos para conquistar Granada y frecuentado de forma habitual cuando en el siglo XVI se plantea el gran proyecto de la colonización de la hasta entonces abrupta y solitaria Sierra de Jaén, por lo que por nuestro desaparecido puente debieron de transitar todo tipo de personajes, desde campesinos en busca de nuevas tierras, hasta ricos señores de la nobleza y reyes que viajaran a Granada.
Durante la mayor parte del año el río bajaría con un caudal escaso, pero fue para las épocas de lluvia cuando este crecía fuertemente por lo que se levantó dicho puente, era necesario uno que fuese sólido y resistente, que permitiera tener siempre libre el camino Jaén - Los Villares. Nacía así el denominado PUENTE DE LOS VILLARES, que ya bien avanzado el siglo XVI y creado y habitado el pueblo, se comenzó a conocer por "LA PUENTE BAJA" para diferenciarlo de otros puentes existentes en el curso del alto río.
Se desconoce cuando se levantó exactamente tal puente, algunos equivocadamente se apresuraron en datarlo en época romana, lo que no es muy probable. Ya el historiador villariego Don Eduardo Campos (1870 - 1957) lo señalaba cuando escribía en 1922:
"... se ha dicho que no pertenecía a la época romana, sino que estaba levantada en tiempos posteriores, quizá hacia el evo medieval y seguramente por alarifes pertenecientes a la Edad Media".
La Puente Baja debió construirse a expensas del Concejo de Jaén en la Edad Media. Fue muy utilizada y por su posición geográfica debió señalizar un descansadero de gran amplitud, que marcaba el final de una etapa de camino ya que aun no se había levantado el pueblo.
Un hecho tan significativo como los "Hecho del Condestable" al consignar que una de las expediciones guerreras que la gente de Jaén acaudillada por el Condestable Don Miguel Lucas de Iranzo dirigió contra los moros de Montefrío, en el Reino de Granada, hace esta referencia datada en lunes 16 de Enero de 1463 "... E luego el lunes en la tarde partió de Jaén el Condestable con hasta 600 rocinantes y 2000 hombres de pie y muchas paveses y escalas y lombardas y serpentinas y otras artillerías de guerra y fue a dormir a LA PUENTE DE LOS VILLARES, que es a una legua de Jaén, camino de Alcalá la Real por la Sierra, con la mayor alegría que se podría pensar ni decir y con tanto secreto que personas de cuantas iban con él no sabían donde iban ..." Esta cita nos muestra el simbolismo referencial que tenía La Puente Baja de Los Villares en el siglo XV.
Su utilidad practica era indudable y en las actas del Ayuntamiento de Jaén, a quien correspondía el mantenimiento y conservación del puente, es frecuente localizar acuerdos a ello referentes, tomados sin duda, tras algunas lluvias torrenciales.
Así, en el acuerdo de 14 de Octubre de 1500 consta que los regidores de la capital: "... mandaron tomar de los maravedíes de la obra ... dos o tres mil maravedíes para obrar la PUENTE DE LOS VILLARES ... e después se tornará a la obra los dichos maravedíes ...". Y en otro acuerdo del 30 de Enero de 1555 se dice : ".. En este día la ciudad mandó que Francisco de Escolana, albañil, vaya a ver la Puente de Los Villares y el daño que tiene y reparo que le es menester..."

Más tarde, cuando a partir de 1539 el pueblo de Los Villares contó con su propio Concejo, fue ya este el encargado de atender a la conservación y mantenimiento de la Puente Baja.
Lo cierto es que durante siglos este puente tuvo un protagonismo esencial en la diaria comunicación con la capital, conservando el paraje de la Puente Baja su antiquísimo papel de descansadero. A ello aluden viejas tradiciones, que aseguran que allí descansó en su litera la Reina Doña Juana, cuando fue a Granada a dar definitiva sepultura a los restos de su amado esposo Don Felipe, y lo mismo se dice que hizo el Beato Fr. Diego José de Cádiz cuando por aquí anduvo misionando a finales del siglo XVIII.












El puente, construido en recia sillería trabada con una fortísima argamasa, tenía casi 30 metros de longitud y la caja de su calzada era sumamente angosta, pues apenas superaba los 2 metros. Disponía de 2 ojos dispuestos en arco de medio punto, cada uno con uno 2´5 metros de radio. La altura desde el lecho del rió hasta la clave del arco era de 3´5 metros. Entre ambas arcadas existía un recio tajamar semicilíndrico que las separaba. La calzada, viniendo desde Jaén, ascendía en suave rampa hasta el centro del primer arco, descendiendo luego suavemente.



A uno y otro lado la delimitaban unos estrechos y recios pretiles de poco altura.










































Las sucesivas reparaciones efectuadas sobre el puente original acabaron por desfigurarlo algo, por lo que a comienzos del presente siglo su visión frontal era un tanto asimétrica. Cuando en 1913 Don Enrique Romero de Torres acometió la apasionante tarea de visitar los pueblos jiennenses para redactar su catalogo monumental, estuvo en Los Villares. Solo le llamaron la atención 2 cosas: - la Iglesia Parroquial y La Puente Baja, de la que redactó esta ficha: numero 218 "Poco antes de llegar a Los Villares hay un puente romana de la calzada que partiendo de por el camino viejo iba a Los Villares, de aquí a Valdepeñas, y de allí continuaría hasta Alcalá la Real pasando por las ruinas de Encina Hermosa. No he podido hacerme con una lápida con inscripción romana que se ha descubierto recientemente próxima al sitio donde está el puente romano que doy a conocer. Y acompañaba esta ficha con dos fotografías. Para entonces La Puente Baja dejaría de cumplir su función viaria.


La construcción de la carretera J-C3221 Jaén – Alcalá la Real había forzado a trazar un nuevo camino, unos metros aguas abajo y a levantar un moderno adecuado al transito de vehículos a motor. Además unas grandes avenidas reiteradas en los primeros años del siglo forzaron el antiguo cauce del río creando un amplio meandro con sus aluviones, lo que hizo que La Puente Baja se quedara en seco. Tal circunstancia, hizo posible un estudio directo pero a la vez inició su camino a la ruina, pues al quedar sin uso y totalmente accesible, en buena parte oculto por la vegetación silvestre, hubo algunos desaprensivos que poco a poco le fueron arrancando sillares para aprovecharlos en otras construcciones y se pudo extender un rumor nefasto para el puente que aseguraba que un vecino había encontrado un tesoro oculto entre las rocas que componían su estructura, lo que abría hecho que ilusos buscaran fortunas en él, y poco a poco lo redujeran a ruinas.
Todavía en 1922 estaba en pie y en aceptables condiciones, siendo meta de las excursiones y visitas que desde la capital promovían el cronista Alfredo Cazaban.
En la actualidad, solo se conservan una ruinas descuidadas y olvidadas por todos, son los últimos destellos crepusculares de una Edad Media brillante, que terminaran por desaparecer sin dejar rastro alguno tarde o temprano.
Parece ser que las ruinas que se conservan pertenecen a trozos de la parte media superior del puente, lo que significaría, que parte de él, se conservaría aún hoy enterrado bajo la tierra que el río habría ido arrastrando hasta ocultarlo, el pueblo de Los Villares no puede olvidar a su puente más preciado, los villariegos y el Ayuntamiento deberíamos hacer algo al respecto, si es que aún se puede... en recuperar sus ruinas y conservar lo que queda de él tanto exteriormente como bajo tierra (si es que realmente sigue ahí), conservaríamos una parte importante de nuestra identidad local y histórica y sería un buen lugar de paseo junto al río.

sábado, 20 de febrero de 2010

Casas con pasado

Casas con pasado en nuestro pueblo debió de haber muchas, pero por desgracia, solo unas cuantas continúan aún hoy en pie, bien por los designios del destino, o por el afán de construir del hombre, algunas de estas casas, caserías y cortijos han sido siendo sustituidas por otras nuevas, sin detenerse a pensar en el valor cultural que ese edificio pudiera albergar. Con el objetivo de recordar y registrar en nuestras calles para conocer mejor qué edificios, casas y rincones con pasado aún tiene Los Villares, y hacer así un inventario del mismo, repasando también algunos que se perdieron.

LAS OLIVILLAS - Este cortijo que es uno de los edificios más antiguos del pueblo después de la Iglesia, el Ayuntamiento y la Casa Grande, se encuentra en la actualidad rodeado de la nueva extensión de la urbanización de Los Llanos. Por suerte, parece estar fuera de peligro, parece ser que el ayuntamiento abría adquirido el edificio debido a su interés cultural e histórico que tiene para el pueblo, por lo que estaría previsto que lo restaurasen ( guardando su esencia originaria, este edificio cuenta con un suelo hecho a base de piedras de río incrustadas ) y le dieran (o al menos eso espero yo) una finalidad didáctica cultural que albergase espacio para estos fines.







Este edificio parece haber estado compuesto en su origen por las dos casa en las que se divido hoy; esta tendrá una antiguedad que supere el siglo, su característica es la rica decoración en piedra tallada de su fachada y su bello y elaborado portal de piedra, su estructura interior no la conozco, pero es fácil deducir que debe de poseer otra características dignas de admirar. En la actualidad tiene sus propietarios. Es uno edificio digno de conservar.











Esta es otra casa con pasado de Los Villares, recientemente fue rehabilitada, conserva su puerta original, que fue restaurada.
















La siguiente casa, ya no se encuentra en pie, parece ser que ha permanecido inhabitada durante décadas, hasta que este año, el techo se ha caído, y será cuestión de tiempo, lo que se tarde en echarla abajo, para dar paso a otra nueva.
En su día, debió de ser una de las más llamativas de la calle El Arroyo.











Palacio del Vizconde de Los Villares (Jaén)-
Esta casa solariega, uno de los más puros ejemplos de construcción renacentista en la zona, destaca por la proporción de sus volúmenes y la galería de arcos de la fachada. Se trata, además, del único edificio de carácter civil coetáneo a la fundación de Los Villares en el siglo XVI.

El palacio se construyó siguiendo los modelos renacentistas rurales castellanos y de la Alta Andalucía, con fachada de piedra y estructura organizada en torno a un patio adintelado. Concebido originariamente como una gran vivienda con dependencias agrícolas, ocupó un solar de gran extensión y presidió uno de los costados de la plaza principal del pueblo. Posteriormente fue reduciendo su espacio y alteró su interior por el remozamiento de la distribución original.

De proporciones cuadrangulares, el edificio presenta dos plantas, un patio y un sótano con bóvedas de piedra. La planta baja conserva elementos de la época de su construcción, sobre todo puertas y ventanas, mientras que la superior alberga los dormitorios, decorados por conchas de yeso como dinteles de entrada. A través de ella se accede a la cámara de la galería alta que corona la fachada y desde cuyo mirador de ocho arcos de medio punto se podían contemplar los espectáculos públicos que se celebraban en la plaza.

La fachada principal de la casa, que en la actualidad se abre a una calle estrecha, presenta gran empaque y un exquisito trabajo de cantería. Sin elementos de talla en sus dinteles, la portada es alta y sobria, con elegantes pilastras toscanas que flanquean el vano adintelado. La cubierta del edificio se basa en un sistema de madera y teja árabe.

Por su parte, el patio principal se halla muy mermado en su tamaño como consecuencia de las modificaciones realizadas en el siglo XX, que afectaron también a las zapatas y otros elementos de madera de gran calidad artística. Del ángulo nordeste parte la escalera que sirve para comunicar las dos plantas, de un solo tramo y cubierta por una cúpula de media naranja decorada con un florón en la clave y con pequeñas cabezas de querubines en yeso en las pechinas.





La casa que corresponde a la imagen de la izquierda, es la casa donde tuvieron lugar los hechos que darían fama a su calle como "el callejón del duende", en ella vivieron villariegos como Don David el Secretario del Ayuntamiento, o Doña Pepa "la mestra".
Debió de ser la famosa casa del duende, donde se produjeron las historias que los villariegos del siglos pasado contaban.






Las siguientes casa forman parte del escaso puñado de edificios de planta y fachada tradicional que se conserva en Los Villares, de fachadas blancas encaladas.

viernes, 12 de febrero de 2010

EMERGENCIA! La Torre bermeja se viene abajo!



El Torreón medieval de origen almorávide, que antaño sierviera para la vigilancia de los caminos, que fue declarado monumento el 25 de Junio de 1985 y que hasta hace una semana podíamos ver en buenas condiciones (a pesar de las pinbtadas de grafitis y demás tropelías, fruto de lo descuidado que ha permanecido por parte de los giennenses) cuando conducíamos por la carretera que une Los Villares con Jaén, empieza a ser historia, y no me refiero a un monumento historico (que ya lo era), sino por que ha empezado a derumbarse, la mitad de la torre amaneció en el suelo la pasada semana, tras el temporal de lluvias y nieves tan fuerte que esta año se nos ha venido encima, el caso es que la Torre Bermeja siempre ha permenecido olvidada, ignorada por su ciudad, hasta condelarla.
A un lado de la carretera, continuan las (ahora) ruinas del bello monumento andalusí, que de un momento a otro, y si el ayuntamiento de Jaén, no hace nada por remediarlo, como ha estado haciendo hasta ahora, se terminará por caer de un momento a otro, y será otro caso más para recordar con verguenza, como los andaluces, y en particular los gienneses, perdemos poco a poco nuestro rico patrimonio teniendo medios y posibilidades para conservarlo.

El carril-bici Jaén-Los Villares discurrirá por Jabalcuz y el cordel y estará en año y medio





La Consejería de Obras Públicas y Transportes ha sacado a concurso las obras para construir el carril-bici que unirá la capital con Los Villares, con una inversión de casi un millón de euros (960.337 euros) y una extensión de 7 kilómetros, que en el futuro se conectarán con otros 14 kilómetros de carril-bici a lo largo de las nuevas circunvalaciones que rodearán la ciudad.
El trazado partirá de la rotonda de inicio de la carretera A-6050 (al final del barrio de La Glorieta) y seguirá por la Fuente de la Peña, el Cordel del Collado de la Yedra, Jabalcuz y por la antigua carretera de Los Villares, por razones paisajísticas y para salvaguardar la seguridad de los ciclistas.
El plazo de ejecución de las obras se estima en 15 meses. Como las empresas interesadas en participar en el concurso tienen hasta el día 20 de marzo para presentar ofertas y luego hay que proceder a la adjudicación de las obras, el citado carril-bici podría entrar en servicio dentro de año y medio.
Beneficiará a los vecinos de la capital y del área metropolitana, como apuntó el delegado de Obras Públicas, Rafael Valdivielso, que destacó la apuesta de la Junta.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Jabalcuz es YABAL KUZ - El Monte de Cuz



El pasado de Andalucía está protagonizado por un rosario de civilizaciones que han marcado decisivamente la historia y la identidad de nuestra tierra, deseada por muchos, pero conquistada por pocos, en la configuración de todo el sur peninsular y del terretorio de nuestra localidad quedan aún muestras etimológicas de una Edad Media epica. En esta ocasión, abordaremos uno de nuestros monumentos naturales por excelencia, Jabalcuz.

Como bien se aprecia en las imagenes, el origen del nombre es arabe y significa "monte de Cuz o Cur", como pasa en muchos lugaros con un pasado musulmán (ya sabesmos la afición de este pueblo por las leyedas y en especial las de tesoros, como en el caso de las 1000 y una noches)

, las leyendas de esta montaña son abundantes, leyendas relacionadas con un tesoro moro oculto en sus entrañas y que solían ser narradas desde hace siglos en el pueblo, por los abuelos a los más pequeños de la casa, en las tardes de lluvia, cuando aún la televisión no existía.
Poco a poco este tipo de cuentos populares, de Jabalcuz y otros lugares de Los Villares, fueron olvidandose, y perdiendose para siempre sin remedio.

Aún hoy suena por ahí una vieja leyenda que habla de que existió la cabeza de un toro tallada en una gran piedra donde decía: EnFrenteDelToroEstáElTesoro . Y que indicaba con un juego astuto de palabras el escondite secreto de una gran fortuna arabe ocultada hace 1000 años.
Poco más ha sobrevivido al recuerdo oral del pasado de esta montañas, otra cosa que llama la atención, es como era conocida esta montaña hasta el siglo pasado en Los Villares, la gente la llamaba "el Gurugú" , seguramente este mote, provendría de una especie de abreviación o mala pronunciación de Jabalcuz, pero eso , al igual que muchas otras cosa, es algo que ya nunca sabremos.

lunes, 8 de febrero de 2010

'IOI': un anillo para engañarlos a todos y llenar de extraterrestres la Prehistoria Escrito por: Luis Alfonso Gámez




Los visitantes de otros mundos tienen debilidad por presentarse ante individuos solitarios, atemorizarles y despegar inmediatamente de vuelta a su planeta. Desde que los platillos volantes aterrizaron en la cultura popular a finales de los años 40, sus pilotos han preferido los parajes aislados a los núcleos urbanos y los interlocutores sin preparación a los cultos. El avistamiento de Los Villares (Jaén) con el que arranca El anillo de plata, octavo episodio de la serie de televisión Planeta encantado, encaja en ese patrón. Sucedió el 16 julio de 1996 en medio del campo andaluz, donde Dionisio Ávila -"un hombre sencillo, muy querido y respetado por sus paisanos", en palabras de Juan José Benítez- vio un platillo volante clásico a ras de suelo y a tres de sus tripulantes. Del testigo, el novelista nos cuenta, además del cariño que los vecinos le profesan, que "no sabe leer ni escribir", como si eso hiciera más creíble una historia que no se diferencia en nada de los miles de fantásticos relatos de encuentros con seres extraterrestres que llenan los libros de ufología. Que a uno le adoren sus paisanos y que sea analfabeto no dice nada a favor de su credibilidad. Estaríamos, por tanto, ante otro suceso ovni del montón si no fuera porque los marcianos jienenses dejaron a su testigo una prueba. Al menos, eso mantiene el analfabeto protagonista y creen Iker Jiménez, Lorenzo Fernández y Benítez, tres autores de reconocida fiabilidad.

Resulta que, antes de poner espacio de por medio, los alienígenas de Los Villares lanzaron hacia el testigo, de 66 años entonces, una luz que resultó ser una piedra con grabados, entre ellos IOI -"palo-cero-palo", dice el autor de Caballo de Troya-, signos que Ávila había visto en la cúpula del platillo volante. Aquel mismo día, el novelista y su esposa buceaban en el mar Rojo cuando ella se hirió en una pierna con un coral, tras lo cual perdió un anillo de oro. Un misterioso, cómo no, individuo sacó del agua a la mujer de Benítez mientras éste se quedaba -"movido por una fuerza que no he conseguido explicar"- a buscar la joya. Y él encontró un anillo, pero de plata y con nueve palos y otros tantos ceros: IOIOIOIOIOIOIOIOIO. "¿Casualidad? Lo dudo", sentencia el periodista, convencido -no podía ser de otro modo- de que ha sido elegido por seres extraterrestres para no se sabe qué y de que existe algún tipo de conexión entre la piedra de Los Villares y el anillo de mar Rojo.

Tiene razón Benítez. No creo que la historia del anillo de plata sea fruto de la casualidad. Casi tanta gracia como el intento del novelista de vender el descubrimiento del anillo como un hecho real -¿se acuerdan de cuando hacía lo mismo con la trama de Caballo de Troya?- es que la joya le lleve hasta Tassili N'Ajjer, en el Sahara argelino. Para ello, después de análisis de la piedra y del anillo en los que dice que investigadores universitarios y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) no encuentran nada misterioso, Benítez recurre a otros expertos que sí, incluido un presunto especialista en termovisión y un informático "oficial de la Armada", quien lee en los signos de la joya las coordenadas de Tassili. A partir de aquí, el anillo pasa a un segundo plano, en favor de los visitantes alienígenas que, según el director de Planeta encantado, los hombres del Neolítico pintaron en el Sahara.


El largo preámbulo de "El anillo de plata" es algo que únicamente los fans del escritor navarro pueden tomar en serio. Lo realmente preocupante viene cuando, una vez más, el autor reescribe el pasado al gusto marciano. Tras la estela de Erich von Däniken en Recuerdos del futuro (1968), Benítez llena Tassili de platillos volantes y alienígenas con escafandra, sin que aparezca en ningún momento un prehistoriador. Basta la autoridad del ufólogo. ¡Cómo va a necesitar recurrir a un experto el investigador que sentó a Jesús en el Coliseo antes de que lo construyeran! La ciencia oficial está confundida y, alli donde Henri Lhote, descubridor de las pinturas de Tassili, veía nativos con máscaras y trajes rituales, el director de Planeta encantado encuentra a parientes prehistóricos de ET. Su descaro llega al punto de redibujar al denominado Gran Dios Marciano para que parezca un astronauta del siglo XX, ciñendo su traje espacial aquí y allá, haciéndoselo a medida y colocándole accesorios. Algunos de los alienígenas de Benítez son hembras demasiado humanas, con pechos cónicos, y otros visitantes usan como armas arcos y flechas -¿pero no estaban adelantados?-; hay seres con cuerpo humano y cabeza de pájaro o león; las féminas tienen uno, dos o tres ojos. "Excepto por los brazaletes, esclavinas y cinturones, estas astronautas parecen estar desnudas. Sus pechos, los dedos de las manos y los pies, y otros detalles que no serían visibles debajo de un traje espacial, aparecen dibujados con toda claridad. ¿Por qué los viajeros del espacio iban a llevar sofisticados cascos espaciales provistos con antenas mientras tenían desnudo el resto del cuerpo", se pregunta William Stiebing en Astronautas en la antigüedad (1984).

Benítez no explica a su público nada de esto, ni que lo que él y Von Däniken identifican como escafandras de ciertas figuras femeninas son para los arqueólogos cestos que las indígenas llevan sobre la cabeza, como ocurre todavía en África y otras partes del mundo. Se detiene a describir la zoología fantástica o disparatada pintada en Tassili sin explicar en ningún momento que el conjunto artístico abarca miles de pinturas hechas durante siglos por diferentes artistas con diferentes estilos, con lo que da la impresión al telespectador de que hace unos 9.000 años todas las fantasías eran realidad en el Sahara. Aisla figuras del escenario, las saca de contexto, se olvida de lo que le molesta y escoge lo que encaja menos mal con su disparatada visión del pasado de los pueblos no europeos, a los cuales él y sus colegas consideran, al parecer, incapaces de evolucionar culturalmente sin ayuda exterior. Tampoco dice el ufólogo que, asociados a los frescos de visitantes del espacio de Tassili, no se han hallado ni esqueletos de gigantes ni armas láser ni otros restos de tecnología alienígena, sino los típicos de la Edad de Piedra. Hasta que no se demuestre lo contrario, los únicos extraterrestres que han llegado al Sahara lo han hecho en los cerebros de fabricantes de enigmas como Benítez, quien seguirá explotando el inexistente misterio de la piedra de Los Villares y el anillo de plata en próximas entregas de Planeta encantado.




Pinturas Rupestres de Los Cañones




Las pinturas rupestres de los Cañones son los restos más antiguos que quedan de los habitantes de nuestra localidad, el conjunto de la Cerradura, es un bello enclave natural donde encontramos 16 abrigos en la roca, algunos de ellos dotados de dichas muestras de arte rupestre datados entre el Neolítico y el Bronce Medio. Hasta día de hoy, estas maravillas han permanecido en un olvido incomprensible, ha sido gracias a la plataforma NO A LA PRESA por lo que se han vuelto a tener en cuenta y a reconsiderar el valor culturar. Gracias a esta plataforma, las pinturas han sido fotografiadas para que todos podamos apreciarlas, y reconsiderar seriamente sobre este patrimonio y sobre como debemos cuidarlo para conservar su riqueza.

¿PERO QUÉ SON?
Pintura rupestre es todo dibujo o boceto prehistórico existente en algunas rocas y cavernas. El término «rupestre» deriva del latín rupestris, y éste de rupes (roca), aunque también es sinónimo de primitivo. De modo que, en un sentido estricto, rupestre haría referencia a cualquier actividad humana sobre las paredes de cavernas, covachas, abrigos rocosos e, incluso farallones o barrancos, etc. Desde este aspecto, es prácticamente imposible aislar las manifestaciones pictóricas de otras representaciones del arte prehistórico como los grabados, las esculturas y los petroglifos, grabados sobre piedra mediante percusión o erosión. Al estar protegidas de la erosión por la naturaleza del soporte, las pinturas rupestres han resistido el pasar de los siglos.

Se trata de una de las manifestaciones artísticas más antiguas de las que se tiene constancia, ya que, al menos, existen testimonios datados hasta los 40.000 años de antigüedad, es decir, durante la última glaciación. Por otra parte, aunque la pintura rupestre es esencialmente una expresión espiritual primitiva, ésta se puede ubicar en casi todas las épocas de la historia del ser humano y en todos los continentes exceptuando la Antártida. Las más antiguas manifestaciones y las de mayor relevancia se encuentran en España y Francia. Se corresponden con el periodo de transición del Paleolítico al Neolítico. Del primero de los periodos citados son las extraordinarias pinturas de la Cueva de Altamira, situadas en Santillana del Mar, Cantabria (España).

Estas pinturas — y las otras manifestaciones asociadas — revelan que el ser humano, desde tiempos prehistóricos, organizó un sistema de representación artística, se cree, en general, que se halla relacionado con prácticas de carácter mágico-religiosas para propiciar la caza. Dado el alcance cronológico y geográfico de este fenómeno, es difícil, por no decir, imposible, proponer generalizaciones. Por ejemplo, en ciertos casos las obras rupestres se dan en zonas recónditas de la cueva o en lugares difícilmente accesibles; hay otros, en cambio, en los que éstas están a la vista y en zonas expeditas y despejadas. Cuando la decoración está apartada de los sitios ocupados por el asentamiento se plantea el concepto de santuario cuyo carácter latente subraya su significado religioso o fuera de lo cotidiano. En los casos en los que la pintura aparece en contextos domésticos es necesario replantear esta noción y considerar la completa integración del arte, la religión y la vida cotidiana del ser humano primitivo.


FOTOGRAFIAS DE LAS PINTURAS RUPESTRES DE LOS CAÑONES